Despertando en la duna sosegada en la marisma, me descubre la aurora y mi última visión un par de manos rodeando mi talle. Ebria de dudas e incrédula, me reprocho mientras deambulo por parajes ajenos a mí.
Con la compañía del sol vuelven con fuerza y cabalmente todos mis actos, la última escena tan frágil y resquebrajada…
En ese barrio con muchas historias, donde se ubica aquella librería contiguo a un viejo hostal, vaga mi mente cuando mis dedos recorren ávidos durante horas los lomos rotos y desdibujados de antañas ediciones, con gula de letras se bañan mis retinas.
De cuando en cuando se gestan agudas protestas no lejos por el atrio del hostal que obligan a subir las notas al laúd, me marcho con el sol al cenit, sintiendo tibios esos últimos y rojizos rayos del Dios Helios.
Traigo mis recientes presas, que adornarán mi cama mi espacio, absorta en el cuadro se nubla mi mente caminando en este fugado horizonte. Frente a mí caen nobles entes fugaces, vuelan amantes, hijas, abuelas y madres que en el suelo se desmoronan por dedos prolijos.
--¡Buenas tardes! Disculpa, mi intención nunca fue tirar tus pinturas- dijo Pati.
-No te agobies, no podrías borrar lo que ya recreé quizás más bello.
--Mucho gusto Pati, despistada de oficio, dijo extendiendo su mano.
-No pequeña, el placer de caer en tu tarde es mío, soy Sergio Martín-.
--¿Vas a saludar a algún amigo o vives por este lugar?- pregunta Pati, interesada.
-No y si, vivo por esta calle pero me escape del trabajo. Verás, ciertos aseguran que soy pintor, pero caminemos un poco y me cuentas así adonde vas-. Mientras ordenaba sus cuadros Pati le dijo:
--Voy de regreso a casa y como no queda lejos la estación de mi autobús, creo que será un paseo algo corto-.
-Lástima, pero ¿Crees que podríamos vernos otro día?... ¿Dónde puedo hallarte mañana al mediodía? ¡Quizás podría verte en esa cafetería cercana a mi hotel! ¿Lo ves? Es ese de allá a dos casas de la librería, y así me hablarías sobre tus libros y quizás de algo más-.
--La otra semana será, tengo planificado un viaje mañana a la costa norte por un congreso, cosas de la carrera-.
-¿Crees que exista un lugar más para otro viajero, adónde estarán reunidos y dónde te alojarás?-Insiste Sergio picaresco.
--Me parece que a nadie se le prohíbe viajar, son los compromisos y el trabajo los que atan a los hombres.- comentó Pati sarcásticamente.
-Listo, como empleado del arte estoy en todas partes y mi única atadura son las imágenes que me acompañan en la mente.
--Me hallarás en el Centro Universitario Regional todo el día durante el viernes y sábado, y el jueves por la noche en el coctel de bienvenida, pero aun con mis compañeros no hemos terminado de deliberar dónde nos quedaremos.
-Entonces mañana te sabré enseñar cuál es el ambiente porteño.
--Siendo así, hasta mañana, aquí es la estación y ahí viene el autobús, adiós.-
Distraída en miles de ideas me pasé la noche evocando la tarde, me atrae del viaje lo nuevo y el inesperado acompañante.
Al día siguiente, luego de un cansado y sofocante trayecto arribo con el crepúsculo a la costa. Me alojé en un cómodo pero escondido e histórico hotel.
Asisto a la nocturna inauguración del jueves y al salir del auditorio me río incrédula por que ante mi aparece una fornida y alta sombra en la cual le encuentro.
--¡Usted aquí! No creí de verdad que fuera a verlo, mis disculpas por haber dudado de su ofrecimiento de venir a mostrarme la ciudad.
-Mi pequeña, Se Mar nunca la engañaría y todo lo que le ofrezco es porque ya es suyo, como voluntad, deseos, sueños.
--Siendo así, dichosa aceptaré sus dádivas, avisaré a mis compañeros, ¿le parece bien si salimos a cenar?
-Más que fascinado en poseer tu tiempo y sobre todo habitar en tu espacio.
--Señor mío, decídase, ¿es usted pintor o poeta?- Dijo socarrona.
Concluida la cena y ya en el casino del hotel de Sergio y después de ver a muchos desesperarse, reír, llorar o gritar, se nos acercó una mujer, no muy serena.
Ella le solicita a Sergio un poco de su atención, se apartan de la mesa, secretean algo por unos minutos, en actitud de incredulidad de parte de él y de agobio en ella. Al cabo de un rato ella se retira y él regresa a la mesa anticipando nuestra partida de aquel local.
-Falta poco para las dos de la mañana, es hora que regreses a tu hotel, dijo apuradamente.
--Bien, pero me dirás qué sucedió, estás muy intranquilo, tan malas noticias te dio-.
-No es sólo que me contó algunas cosas inesperadas, tal vez en el camino te las platique.
--Entonces en marcha que mi cama me llama y Morfeo reclama la ausencia de esta dama-.
-¿Segura que sólo un dios puede reclamar por ti esta noche?...
Al salir del casino descubrimos que la noche se encontraba tan clara que optamos por irnos a pie hasta mi hotel. Caminé con él a través de unas callejuelas muy cercanas al mar, su piel y su boca.
--¿Cuánto falta para llegar? Este lugar me es desconocido, suéltame ya octópodo, he dicho que dejemos los besos para mañana, ese fue el último de la madrugada, queda claro.
-Sí linda, más claro que una nova, ¡Pero tranquila, que no me la pienso comer! y este es solo un desvío que nos ahorrará algo de tiempo, pero está bien, si quieres apuremos el paso que ya no está muy lejos tu hotel.-
Poco después se acercan dos hombres, uno de ellos reclamando a gritos por un anterior adulterio entre su esposa y Sergio. Cuando se aproximan, aclaran sus intenciones.
Tras acorralarnos comienza la pelea entre los hombres, se me ordena escapar, corro por vacíos predios, ciega de miedo logro esconderme bajo unos botes que yacían sobre la arena, lloro por lo que creo que sucedió y, cual costumbre en la que el sueño precede al llanto, Morfeo me acobija desde remanentes de añejas infancias… y tú me hallas, aurora.
Claudia P. Sanchez Carcamo
sábado, 12 de junio de 2010
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