Si hubiese nacido hombre tal vez me definiría algo así como: “emocionalmente soy como una mujer lesbiana, en este cuerpo de hombre” si creo que es lo más probable que yo que hubiese dicho, nada más para seguir afirmando la idea de que todo aquello que es femenino es lo mejor, corrigiendo así mis malos gustos para el amor ya que solo alguien con tan malos parámetros en el gusto como yo, confieso me pecadora, suele enamorarse de la figura más imperfecta del mundo, si ya saben aquel ser que nació sexuado bajo el distintivo del género masculino, mejor conocido en el bajo mundo como “el hombre” y es por eso que siendo yo una mujer he comenzado a dudar en tomar como mía aquella teoría que reza “no hay mejor amante para dar orgasmos a una mujer que una mujer, porque ella que sabe cómo es que le gusta recibirlos” y creo que en esto todas las mujeres que a diferencia mía si han optado por la deidad perfección, sabrán mejor que cualquier hombre como lograr que su amada no baje de esa nube en el pedestal del placer, ellas mismas saben cómo les gusta sentir que se los hagan y conocen la anatomía femenina desde siempre y por eso es que lograr que la pareja quede siempre satisfecha les es casi inherente, tan fácil como dar un saludo o eso creo, y es que no les toca como a mi sufrir lo que ahorita intentando enseñarle a las carreritas a este cipote baboso en el breve lapso que tenemos la casa solo para nosotros, antes de que regrese su tía y nos pille a los no tan niños jugando a la Eva y al Adán en su finamente cubierta cama King size, como es que debe de tratar, este aprendiz de Marcelo Valentino a mi delicada pero ya ansiosa vagina, no tendría que explicarle que los roces deben de ser con la abundancia de la humedad logrados con la lubricación producto de mi excitación con algún elogioso juego pre coital ya que como es muy bien sabido la fricción en seco me dará dolor, ni cuál es la presión justa para frotar mi clítoris le generara quemaduras nunca deliciosas contracciones acompañada por imperceptible pero inmensurada y gozosa erección clitoriana, ni que si juega demasiada con demasiada fuerza mis labios los lacerara y les dejara escoriaciones en vez de gratas sensaciones, pero en fin todo esto yo me busque aceptando desvaríos amorosos de un hombre y no conforme con ello menor que yo así que manos a las obras y a intentar no solo que por lo menos me toque bien sino también sacarle esas cavernarias ideas de él darle placer oral a su mujer no es cosa de hombres machamente viriles ni de religiosos como el por Dios abrase visto semejante retorica que dogmáticamente me niega a mí el placer de alcanzar la gloria del amar libremente dada para el orgasmo oral pero eso sí, el si aúlla, se queja, jadea, patalea y con impermisibles contracciones alaba entre guiños de ojos y mordiscos de labios cuando se le brinda a él aquel tan rogado y esperados felatios.
Claudia Sánchez
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